Poemas y delirios de Alicia Martínez
La montaña calla
reivindica su altura

con silencio
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domingo, 26 de mayo de 2013

Nos puede la vida

Extraño poema este, que ni siquiera sé si lo es. Tiene apenas unos días, work in progress, pues. Lo comparto porque me resulta eso, extraño.

No soy una mujer sexy.
Al menos, yo no me considero sexy.
Me gustan como a cualquiera
los vaqueros ajustados,
las camisetas entalladas.
Delicia de curvas y huesos.
La piel ya es otra cosa.
Me gusta protegerla de la intemperie,
como si huyendo de las minifaldas
y los palabra de honor
salvaguardara mi cuerpo del mundo,
aislado bajo capas de tela
que amortiguan el sonido
de las miradas.

No soy una mujer sexy,
a ver si me entienden,
padezco de un erotismo
varonil, lésbico.
Me gusta, como a cualquiera,
coquetear con los hombres,
arrastrarlos al paroxismo del deseo,
pero como lo haría una niña
en el patio del recreo:
sin consecuencias,
desde la inocencia lúdica de las orugas.

No soy una mujer sexy.
Sí soy suave.
Insisto, como las orugas.
Huyo de las palabras
coño, tetas, polla o follar.
Me desagrada su sonido descarnado y cruel.
Con esas eñes antipáticas y quejosas
o esas elles que no saben a dónde se dirigen,
que suenan como un arañazo o un estornudo.
Cuando las leo en poemas
de mujeres sexys, modernas,
valientes, desinhibidas, de cuerpos
esculturales o atrevidamente carnosos
lo siento, no me creo el poema.
Y sí, será verdad,
pero yo no me lo creo.
Yo no puedo decir cosas como:

Mis tetas se ofrecen como faroles para iluminar tu camino
o
Enhisetsa tu polla resbala dúctil por mi viente
cospicua para tantos otros coños
¿Ven?
No me lo creo

Yo digo, por ejemplo:

Los besos nos acercaron con perezosa timidez
Pasión contenida y contenedora
Pijamas de fieltro separaban nuestras pieles
Me gusta tu olor a sudor del día
tamizado por la felpa
Es dulce como una tarta de frambuesa
sobre la que se ha derramado el jarabe
Me gusta descubrir tu piel por partes
desde el centímetro oculto
hasta despojarte del pijama torpemente
Me gusta ser interrumpida por esa torpeza
del desvestirse de nuevo
y sentir tus yemas escurrirse por debajo de la camiseta
buscando el hueso de mi cadera
reacio a acelerar el encuentro
para luego atrapar mi cintura
con una mano que se me antoja gigante
Cómo abarcas mi talle
y esa presión, como de suicidio
Me gusta sostener mi caída
enlazándome en tu pelo
Rozarte, como quien no quiere la cosa,
el lóbulo de tu oreja
y detenerme en tu aro de oro
juguetona.
Y besarte
Explorar tus cavidades con mi lengua
siguiendo ya el ritmo de tu mano en mi vulva
Labios labios dedos labios lengua
Aumentar la velocidad
sin ansiedades fingidas
escuchar consciente
el tambor de mi corazón
y bailar ancestral a su son
con mi cuerpo
Hay, entonces, un instante
ya pieles sobre pieles
en que quisiera ser yo la que se metiera en ti
y es como una lucha
para que te abras en canal y calzarme tu cuerpo
aplastada contra ti
extrañada de que no se produzca el prodigio
que me haga fundirme en tus huesos
soldarme a tus músculos, venas con venas
Duplicados
Implicados
Tú aprovechas, experto de deseos,
para asomarte a mi abismo,
separar con delicadeza de jardinero la maleza
y alcanzar la suavidad maestra de mi cuerpo
que convulsiona ya, alejado de toda consciencia.
Necesito tragarte, que seas tú
quien regrese a mi seno
devorarte como una gran Diosa, cruel
y empiezo, claro,
por tu parte más sabrosa
Golosa, indiferente ante su tensión o su flacidez
Algodón de azúcar
Manzana de caramelo
Mazorca salada
Áspero regaliz
Nos pasamos la infancia
ensayando los sabores del sexo
Poco a poco recupero el control perdido
y me aplico como una alumna aventajada
a extraer tu savia
que imagino ofreciendo a todas las Diosas
del sexo: prostitutas, concubinas, amantes,
vestales, ninfas, hadas, brujas
como en un delirante homenaje
Oficio de campesina
Mi cuerpo despierta doliéndose
atenta a tus señales
Te dejo entonces entrar en mí
para cerrar el círculo de humedades…
y no manchar las sábanas.
Latigazos de conciencia: me he ido y ahora vuelvo
y he de darme prisa
para no regresar del todo
antes de sentir
el estallido de mi útero
ya contigo dentro
acariciando a la serpiente,
nadando de nuevo en mi pecera
Boqueando
Sementera de sangres
Luego son las sonrisas, los te quieros,
los suspiros, los mordiscos y las cosquillas,
Los besos en los ojos, la nariz, el cuello
el dejarnos, laxos sobre el lecho

A veces hay un bebé junto a nosotros
que respira tranquilo y ajeno

La ternura nos invade: nos puede la vida.


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