Poemas y delirios de Alicia Martínez
La montaña calla
reivindica su altura

con silencio
---
Desdeelsilencio
DesdelalocuraDesdelahuidaDesdeelvacíoDesdeelsueñoDebajodelamesa

jueves, 9 de diciembre de 2010

Ella

En mi bar duerme el sol. Al atardecer va saltando de luna en luna, de hoja en hoja y acaba refugiándose detrás de la vieja cafetera. Cuando llega el primer rayo sirvo un agua con gas. Día tras día. Suenan los Rolling. El segundo prefiere cortado. The Kinks. El tercero, solo corto y un vaso de agua. Good Night, de los Beattles.
 Y entonces entra Ella.“¿Cuánto vale un cortado con hielo?” Echa monedas como uñas sobre la barra: “¿Me llega?”. "Da igual, ya me lo pagarás". “No, cógelo. Y lo que sobre al bote.” “Si no me veis en un mes, no os preocupéis”. Su voz resbala por la comisura de unos labios enmarcados en negro y arrastra el c(d)olor con las letras: Decir, duele. Borra.
"¿Te operan, al fin?". “No. Me ingresan para que no me suicide” Aprieta los labios y aplasta el llanto.
 Ahora lleva un vestido de licra ajustado a sus penas, marrón. En grandes letras pone BOOK y LIFE. Se ha recogido el pelo con greñas sobre la cara. Otro cuadro. Chaqueta de lana. Parece Janisse Joplin, pienso.
Se cambia seis veces de vestido al día y los desfila por el barrio fumándose. “A mi madre no le gusta como visto: dice que parezco una puta y me esconde la ropa”. A hurtadillas me la trae a mí. Suya o del mercadillo o de los contendores.
 Y yo me la pongo. Y, a veces, me convierto en ella. “Hoy estás muy guapa. Déjame que te vea. Que guaaaaapaaaa”. Siempre sonrío esquiva. Me asusta su locura-espejo “Toda la vida muerta y ahora me ingresan para que no me suicide”
 Ha sido ella quien se lo ha pedido a su madre: “Ya no puedo más, mamá. Llévame al hospital”. Van tres veces, quizás más. No la entiendo o sus recuerdos son borrosos como su voz. Se borra también caminando. Como un caracol, deshaciéndose con cada paso. Despacio.
“Fue cuando tenía 17 años. En una fiesta”. El nombre de la bebida se ha borrado: no lo que le pusieron dentro para divertirse con ella. “LSD: me violaron, me pegaron,...” “Estuve muerta y me resucitaron en el hospital”.
 Desde entonces, cada vez que revive va al hospital a que vuelvan a matarla. “Debería estar muerta”, borra.
 Fue la primera historia: la que todavía no me había contado. El resto de su vida ya me lo sabía: la huida, las palizas, los hijos, su etapa de pintora en París. Pintora en París. Pintora en París. “También fui actriz. Me hicieron morirme diez veces para verme las bragas. Los guarros."
No se le miran las bragas a la muerte
 “Deja que te cuiden”. Le digo. No se me ocurre nada mejor. Iba a desearle suerte. Pero no sé qué suerte quiere. Ella me tiende su mano. La barra en medio. Frontera/Límite del espejo. Atravieso el espejo, la cierro entre las mías. La acaricio. Quiero retenerla allí. Mano paloma. Mano caracol. Mano cristal
Se apoya en el espejo. La sostiene y la abraza. “Te sientan bien las gafas y te dan un cigarro... pero conoces gente muy interesante: puedo ayudarles, desde mi experiencia. La otra vez ayudé a una chiquita”.

 “¿Hace frío afuera?”. Se pone el abrigo y se arrastra a la calle.

Te quitan hasta las gafas. Ella no lleva gafas. Yo sí.

Alicia Martínez

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Veo:

Hombres fetales en plena calle

sobre los que pasas

Hombres que son solo manos

que te acompañan

Hombres que son solo

los votos del amo

Hombres que son una corbata

que aprieta

pero a la que no renuncian

Hombres que son solo palabras

gorgoritos de mansedumbre

revolucionarios de carta de ajuste o facebook

Hombres que señalan

Hombres que mienten

Hombres que despiden

                                                    olor a naftalina


Veo...

Conozco...


Mujeres que son solo carne

que son solo madres

que son solo

que no son

para ti

Que pregonas

Que tanto pregonas

Insomnio

Duermo.

Cuando duermo oigo
Cuando oigo escucho
Cuando escucho atiendo
Cuando atiendo entiendo
Cuando entiendo comprendo
Cuando comprendo

no puedo dormir
La princesa cerró los ojos al enano muerto

Antes él los había lanzado abisales
contra los guerreros del Norte
contra los apátridas del Sur
contra las matriarcas del Este
contra las niñas del Oeste

Cuenca blanca, espejo de colores
despechados

Pero no era más que un enano
no daba la talla
para subvertir el orden

y las princesas volvieron a sus reinos